Histórico. Legendario. Mítico. Inolvidable.
Rafael Nadal es el nuevo campeón de Wimbledon: 6-4, 6-4, 6-7, 6-7 y 9-7. En 4 horas y 48 minutos de juego, ante el genio y pentacampeón Roger Federer.
Londres ya tiene un nuevo rey ante el que postrarse. Un sucesor al amo del All England Club en el último lustro: Federer, un súperclase que fue brillante hasta en la derrota, destronado por un joven que no conoce límites. Sobre el suelo, llorando, el número dos se sobrepuso a todas las adversidades (lluvia incluida), y al talento increíble de la primera raqueta para suceder a Manuel Santana, único campeón masculino español, en 1966.
Rafael Nadal es el nuevo campeón de Wimbledon: 6-4, 6-4, 6-7, 6-7 y 9-7. En 4 horas y 48 minutos de juego, ante el genio y pentacampeón Roger Federer.
Londres ya tiene un nuevo rey ante el que postrarse. Un sucesor al amo del All England Club en el último lustro: Federer, un súperclase que fue brillante hasta en la derrota, destronado por un joven que no conoce límites. Sobre el suelo, llorando, el número dos se sobrepuso a todas las adversidades (lluvia incluida), y al talento increíble de la primera raqueta para suceder a Manuel Santana, único campeón masculino español, en 1966.
Nadal, con sólo 22 años, ya puede mirar a la cara a los más grandes de Wimbledon. Al sueco Björn Borg, a los estadounidenses Jimmy Connors y John McEnroe. A Andre Agassi. A todos. Su demostración de tenis, poderío y mentalidad sobre la Pista Central ya ha pasado a los anales de la historia. En especial, en un quinto set donde nadie apostaba ya por el balear, tras perder dos mangas de ventaja y dos pelotas de partido ante un Federer crecido y con un saque demoledor.
De todos los enfrentamientos entre el suizo y el español, el de ayer, sin duda, fue el más épico. Un duelo permanente a la yugular del rival, amenizado por la maldita lluvia. Quizás, sin ella, el desenlace hubiera sido mucho más rápido para Nadal. La primera vez que cayó el agua, sólo la genialidad de Federer le mantenía con vida. En lo demás, Nadal era superior. Y hasta tuvo la suerte de no lesionarse en sus maltrechas rodillas tras una mala caída.
Nadal llevaba dos sets de ventaja (remontando un 4-1 adverso en el segundo), era más agresivo, y vencía en todos los momentos clave. En todos, menos en uno que, por poco, lo paga caro: en la tercera manga, con 3-3 en el marcador, servicio del suizo y 0-40 para el balear. El pentacampeón de Wimbledon levantó el juego y llevó el set hasta 5-4 a su favor, cuando apareció el agua. Luego, los dos conservaron su servicio y en el tie break, Federer no perdonó (7-5). Fue la primera ocasión en que sacó los galones y demostró que había que sudar mucho si alguien, por muy Nadal que se llame, quería destronarle en Londres.
Mutación de Roger
Regresó de los vestuarios con un saque demoledor y una mentalidad totalmente nueva. No estaba acabado. Ni mucho menos, aunque la Pista Central ya había dictado veredicto, gritando a favor de Nadal. Pero el señor de Wimbledon aún demostraría más sangre fría y mayor maestría en el cuarto set. En una manga en la que, por primera vez en su vida, a Nadal le pudo la presión. Fue en un nuevo tie break, después de que los dos conservaran sus saques con solidez.
En la muerte rápida, Nadal tuvo una ventaja de 5-2 y dispuso, después, de dos pelotas de partido (las primeras en sus tres finales en el All England Club). Pero se precipitó: cometió una doble falta y jugó mal un match point en el que, además, servía. Su primera gran oportunidad había pasado. Nadal, el hombre con una mente de hierro, había perdido el control.
Y Federer resurgía. Quinto set. El definitivo.
En la muerte rápida, Nadal tuvo una ventaja de 5-2 y dispuso, después, de dos pelotas de partido (las primeras en sus tres finales en el All England Club). Pero se precipitó: cometió una doble falta y jugó mal un match point en el que, además, servía. Su primera gran oportunidad había pasado. Nadal, el hombre con una mente de hierro, había perdido el control.
Y Federer resurgía. Quinto set. El definitivo.
Pero cuando los pronósticos empezaban a cambiar de bando, el español desmontó los pronósticos. Aguantó su servicio con una solidez pasmosa y fue minando el de Federer hasta que le apareció una nueva oportunidad. Esta vez, no perdonó, pese a los últimos coletazos de Federer. Nadal, el nuevo mito de Wimbledon, subió por la grada y se abrazó a su familia. A la misma que le dijo, tras ganar su segundo Roland Garros, que quería vencer en Londres.
Ayer, en su tercera final, lo logró: nada parece imposible para Nadal. El nuevo rey
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