miércoles, 11 de junio de 2008

Suecia tumba al campeón


Hay futbolistas mediocres en grandes selecciones y selecciones mediocres con grandes futbolistas. La griega, sorprendiendo a propios y extraños, se coronó como lo primero en Portugal 2004. Lo de Suecia con Zlatan Ibrahimovic obedece, inequívocamente, a esta segunda categoría. Si cabía alguna duda, el combinado de Lars Lagerback se encargó de refrendarlo este martes en Salzburgo, donde acabó tumbando, 2-0, a Grecia.

El vigente campeón de Europa mereció la derrota por mezquindad y conformismo, como si no se creyera aún su condición de monarca continental. Pero cayó, sobretodo, porque el mejor jugador de los 22 sobre el césped jugaba del bando sueco, de nombre Zlatan.

Un único balón suelto al borde del área helena a mediados de la segunda parte le bastó al delantero del Inter de Milán para certificar el triunfo de su selección, que se equipara en puntos en el Grupo D a España, con quien se medirá este sábado en Innsbruck. Fue un detalle de crack para un futbolista único que se había pasado los 66 minutos previos contemplando como uno y otro equipo se retaban a despropósitos. Los griegos no querían jugar, apostando por la misma táctica conservadora que les valió en el torneo anterior, pero sin el descaro y clarividencia que exhibieron entonces sus contragolpes.

Y Suecia no se atrevía a jugar, confiando en que Ibrahimovic encontraría su momento de inspiración para salvar el resultado. Y no se equivocó.

El ariete, marcado de cerca por la pareja de centrales griegos, apenas olió el cuero en la primera parte, pero aprovechó una pared en el balcón del área al minuto 66 para soltar un tremendo zapatazo que se coló junto al poste derecho de Nikopolidis, a altura del hombre. Imparable.

Tuvo que ser un jugada así, aislada, originada en un saque de banda, la que desequilibrara un choque marcado por el tacticismo extremo y despertará a la afición sueca que poblaba las gradas del estadio Wals-Siezenheim, que coreó con fuerza el nombre de su ídolo. Poco les duró al cántico, al sustituirle a los cuatro minutos Lagerback, quizás pensando ya en el compromiso clave ante España. Pero tampoco importó.

Pecado mortal

Si Grecia cayó primero presa de un destello de calidad de un serio aspirante al Balón de Oro, tropezaría cinco minutos después en su propia inoperancia. Presos de los nervios, la impaciencia, el desconcierto, o quien sabe qué, los hombres de Otto Rehagel cometieron un pecado capital al descuidar el eje defensivo por donde entró a sus anchas Ljunberg. El ex del Arsenal, menos veloz y explosivo que antaño, marró el uno contra uno ante Nikopolidis, pero el rechace bombeado se envenenó hacía el mismo poste del gol de Ibrahimovic, donde ni el meta, ni Seitaridis, ni Kyrgiakos acertaron a despejar el balón ante el acoso de Hansson, acabando el cuero en el fondo de las mallas; no se supo muy bien empujado por quien.

Quizás el 2-0 fue demasiado premio para una Suecia limitada a la clase de su estrella, la voluntad de Ljunberg, los movimientos de Larsson y la verticalidad de un Willhemsson que cayó lesionado y podría perderse lo que queda de torneo.

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