Con 33 años Carlos cambió su actitud porque "quería disfrutar del ciclismo". Miró a los ojos a su director, Bjarne Rijs, y le dijo que este año debía disponer de todo el equipo a su servicio. El danés sonrió porque es un hombre de retos y le añadió su empeño. Primero, una concentración en el sur de Francia con todos los integrantes para desarrollar ejercicios de supervivencia que fomentaran y desscubrieran los roles de cada miembro del CSC. Después, viaje a California en el mes de febrero para otra nueva reunión de equipo.
No obstante, la hazaña del de Leganés (Madrid) debe recaer en toda su trayectoria (21 años sobre la bicicleta, 11 de ellos como profesional). Sus primeros pasos en El Barraco a las órdenes de su padre Víctor coincidieron con la victoria en la Vuelta a España de un héroe de la zona, Ángel Arroyo. En el barrio de La Virginia, Carlos se juntaba con los amigos para emular al maillot oro de la Vuelta y practicaba malabarismos y carreras en sábados de ilusión y alegría infantil.
Los ánimos y la pasión para igualar a aquel protagonista se sumaron a las andanzas con el prometedor José María Jiménez. Se hizo íntimo de 'El Chava' en entrenamientos que durarían hasta el trágico fallecimiento de su amigo. De hecho, la relación se estrechó con el noviazgo y posteriormente matrimonio con la hermana de Jose, con quien actualmente tiene dos hijos. Cientos de kilómetros por las carreteras, atravesando autonomías y ascendiendo los puertos de la sierra madrileña se convirtieron en rutinarios durante cuatro años precedentes de sus logros. Eran el ying y el yang, opuestos y complementos, "un hermano mayor" para Carlos.
Los ánimos y la pasión para igualar a aquel protagonista se sumaron a las andanzas con el prometedor José María Jiménez. Se hizo íntimo de 'El Chava' en entrenamientos que durarían hasta el trágico fallecimiento de su amigo. De hecho, la relación se estrechó con el noviazgo y posteriormente matrimonio con la hermana de Jose, con quien actualmente tiene dos hijos. Cientos de kilómetros por las carreteras, atravesando autonomías y ascendiendo los puertos de la sierra madrileña se convirtieron en rutinarios durante cuatro años precedentes de sus logros. Eran el ying y el yang, opuestos y complementos, "un hermano mayor" para Carlos.
La verdad es que Sastre fue adaptándose a su papel en el ciclismo de manera progesiva. De destacar en la escuela, a pelear en cadetes, aprender a 'leer' la carrera en juveniles y pasar al equipo sub-23 de Banesto siguiendo los pasos de su admirado Pedro Delgado. Su paso a profesionales llegó con la ONCE-Deutsche Bank de Manolo Sáiz y allí se dedicó al papel de gregario con el reconocimiento y la amistad de sus jefes de filas.
Una nueva misión
Harto "de luchar contra los molinos" llegó el 2008. Sastre ya sabía lo que era aguantar a la rueda de grandes como Armstrong -La Plagne en 2002- y desde entonces había repetido en el Tour. Pero Sastre se sublevó este años y decidió afrontar su reto. Ya había pulido detalles durante tres ocasiones en el túnel del viento de San Diego y podría defenderse en esa modalidad -Evans lo sufriría en la última contrarreloj-, así que debería explotar su mejores virtudes.
"Combativo y luchador", como a él le gusta definirse, modificó su habitual pauta de continuos ataques y en el 2008 marcó la etapa de Alpe d'Huez como objetivo principal. Los rivales que se habían acostumbrado a mantenerle en un segundo plano se vieron sorprendidos al inicio del puerto con un demarraje como los de su adorado Chava. En aquellas curvas cambió su destino con un día para el recuerdo del ciclismo español. Carlos Sastre ya es historia del deporte en España tras una vida de sacrificio y lucha contra los molinos
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